Bora Bora es una de las islas de Sotavento, de las islas de la Sociedad, en la Polinesia Francesa. La verdadera ortografía de su nombre era Pora Pora («primera nacida» en tahitiano). Se la llama también May ti pora(«creada por dioses»). Se trata de una isla del tipo atolón, con una zona central montañosa que está rodeada por una barrera de arrecife coralina y de islotes. Se encuentra situada al noroeste de Tahití, unos 260 km al noroeste de Papeete. También tiene a su alrededor diversos motus, que son pequeños islotes alargados que suelen tener cierta anchura y vegetación.
Muy temprano, a las 6 de la mañana, entregamos las llaves y pagamos un extra que teníamos en el hotel. 6:30 desayunamos y a las 7 pasó el transfer que nos llevó al aeropuerto.
Como era domingo había poco tránsito. Llegamos una hora antes de la salida del vuelo. Presentamos los pasaportes, despachamos la única valija que llevábamos y esperamos que llegara el avión. El aeropuerto es muy chico y, para subir al avión ni siquiera hay que pasar por seguridad.
El vuelo con destino a Bora Bora hizo una escala en otra isla (Raiatea). Fueron unos 40 minutos de vuelo, 15 de escala y otros 20 para llegar. Durante el descenso pudimos ver la isla de Tahaa.
El aeropuerto de Bora Bora también es muy chico. Está en un islote. Hay que buscar el equipaje y cruzar a la isla en un catamarán que es de la empresa aérea (Air Tahiti). Los hoteles de lujo envían lanchas a buscar a los pasajeros directamente. Estos hoteles están ubicados en los islotes que rodean a la isla central. En el catamarán se llega al puerto de Vaitape (la principal ciudad de la isla).
Ahí nos esperaba el transfer que nos llevó (junto a varios turistas mas) hasta el hotel. Tardamos unos 10 minutos en llegar. En el lobby nos dieron la bienvenida con collares de flores y jugo fresco. El hotel se llamaba Maitai Polynesia Bora Bora.
Llegamos a las 11 y, a pesar de que el checkin era a las 14, pudimos ingresar a la habitación cerca de las 12. La misma estaba un poco lejos de la recepción. Era muy cómoda y tenía balcón con vista a la laguna. Desde allí se veían muy lindos colores.
Después de instalarnos salimos con la idea de ir a un supermercado cercano a comprar algo para el almuerzo, pero estaba cerrado. Por lo tanto fuimos a comer al restaurant del hotel, que estaba enfrente. Pedimos pastas y estuvieron muy buenas y abundantes. Hicimos un poco de tiempo para volver a ir al súper, pero seguía cerrado debido a que era domingo.
Así que volvimos a la habitación a buscar lo necesario para pasar toda la tarde en la playa. El hotel no tenía piscina así que no quedaba otra que zambullirse en el mar. Que estaba excelente. El agua muy cristalina y tibia. A la noche también cenamos en el mismo restaurant ya que lo teníamos incluido en el precio. Y también estuvo muy buena.